«Salir con una murga en Carnaval te cambia la vida»

Pasó el Carnaval, una de las celebraciones universales y paganas más importantes, que pone de manifiesto la diversidad y riqueza cultural de nuestros pueblos. Uruguay es una de las capitales mundiales de esta celebración que, durante febrero y marzo, engalana a Montevideo y a otras ciudades del vecino paisito con sus tablados y el desfile de lubuolos, parodistas, cuerdas de candombe y la vedette del carnaval: las murgas. Revista MuLA pudo vivir desde adentro esta aventura y acompañar a dos murgas en su recorrido por los distintos escenarios del carnaval. Por un lado Queso Magro, murga que participó del carnaval mayor de Montevideo, y por el otro Curada de Espanto, parte de los carnavales de Canelones. 

Por Diego Nucera (crónica y fotos)

Cuando uno documenta y ve las cosas desde afuera, como espectador, no puede más que disfrutar lo que sucede, por ejemplo, arriba de un escenario. Pero cuando se tiene la posibilidad de salir de gira por los tablados acompañando a una murga puede tomar dimensión de la mística y de la magia que ello conlleva. En este caso, salir con las murgas Queso Magro, también con Curada de Espanto, por diferentes locaciones, algunas en barrios con escenarios y sonidos pequeños, la gente sentada e sus reposeras con su mate «pronto» y los niños maravillados con la batería y esos trajes de payasos que seguramente despertarán en ellos alguna ilusión murguera a futuro.

Esto arranca tempranito, casi al mediodía, donde los murguistas van cayendo de a poco al lugar para maquillarse. La mayoría trabaja en otras actividades, claro. Uno a uno van personificando a los payasos de Dios Momo. La tarea es larga, por lo que siempre va acompañada con un mate o algún brebaje espirituoso que ya comienza a circular. La noche será larga, así que algunos buscan un huequito para acostarse y hacer una pequeña siesta.

Los trajes y los sombreros, impolutos, ya están en sus percheros oreándose «porque están llenos de carnaval», cómo dijo el director. Después de varias horas de maquillaje y preparación suben al bondi. Entre todos colaboran cargando escenografías, trajes y alguna heladerita cargada para amenizar el viaje. Al llegar al tablado se retocan los maquillajes porque el calor va dejando marcas e inmediatamente suben al escenario. De repente, como si estuvieran empoderados por Dios Momo, el callado comienza a hablar, el tímido baila y el más serio dice los cuplés.

Desconocidos pero encantados, el carnaval se apropia de ellos y los devuelve más libres, porque dejarse ser, si no lo saben, libera, aliviaba y también sana. 

El momento más sublime es la retirada, que la hacen bajando del escenario y bailando, cantando y tocando en medio del público. En fin, el pueblo entero -no solo los murguistas- se empodera y se entrega a la bacanal carnavalera. Así de sacan de encima todo aquello que no les hace bien.

Haber sido testigo y protagonista de todo ello créanme: sana.

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